martes, 27 de diciembre de 2011

Degradación


Aquella diminuta esfera transparente se asomaba peligrosamente al vacío a través de la boquilla. La gota de agua, madre de toda vida en todos los rincones del universo, discurría grácilmente por las plateadas curvas que constituía la delicada forma de aquella pieza de grifería hasta alcanzar el culmen del lavabo. 
Otra gota de características idénticas se asomó a las fauces despiadadas del abismo, cayendo en desgracia; ya que esta, en vez de discurrir adherida por la pulida y brillante superficie del grifo, se precipitó al vacío, fusionándose con sus hermanas caídas tiempo atrás, formando aquella manta homogénea de agua que se formaba dentro de la bañera.

Todo esto fue observado, desde largo tiempo atrás, desde la época de las gotas primigenias, por un anciano. Este permanecía aferrado a aquella estructura que le aprisionaba y a la vez le daba libertad; la silla de ruedas. Se encontraba fuera del lavabo, concretamente en su habitación. Al lado de la cama.
Las arrugas, signo de experiencia en la dura tarea de la vida, manaban de la mayor parte de su frente y de sus manos, destrozadas después de horas y horas con la azada en su amado y ahora estéril campo. Amante y esposa a tiempo completo.

Permanecía rígido y frío como una estatua de mármol, aunque sus latidos aún eran intensos y llenos de vida, aquel cascarón marchito al que llamaban cuerpo se había degradado hasta el punto de no reconocerlo

¿Dónde habían quedado aquellos tiempos, donde se levantaba de un salto de la cama y cogía su azada y sus ganas de vivir y se iba al campo antes de que el sol anunciara un nuevo día?

¿Dónde estaba aquel mozalbete; que salía a las verbenas y triunfaba con aquellos pasos que nadie más osaba realizar?

Todo aquello seguía ahí, solo que las fuerzas le habían abandonado y anclado a aquella silla de ruedas.
Su mirada perdida en sus pensamientos oníricos permanecía fija en aquel grifo goteante. Pero ¿Realmente veía aquellas gotas precipitarse al vacío? ¿O solo era una ilusión?

En aquel viejo gramófono apostado sobre la roída cómoda de caoba, sonaba fuerte y alta aquella canción  Non, Je Ne Regrette Rien que le transportaba de nuevo en un viaje espacio-temporal al pasado , donde aquel viejo cascarón era un musculado y atlético cuerpo de adolescente.
Mientras agarraba a aquella moza de buen ver y bailaban los dos bien juntos en su mundo de ensoñaciones oníricas, la aguja saltó violentamente del vinilo, parando por completo la canción. Aunque a él no pareció importarle, ya que la música siguió sonando y sonando donde a él más le importaba, donde él aún seguía siendo joven, en su mente.

Y seguiría sonando la canción ininterrumpidamente, hasta que al fin, agotado, se sumió en un profundo sueño.

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