"El Manantial"
Quince años
después de la Noche del Desastre, sólo quedan las ratas y la apuesta por la
supervivencia (stop). La Enfermedad ha resultado peor que el mismísimo Diluvio
bíblico (stop). Los vivos bastante tienen con conservar el pellejo (stop). En
un instituto medio abandonado en mitad de una ciudad fantasma sobreviven Abel y
Verona (stop). Eran unos críos cuando sucedió el Desastre (stop). Quince años
después se han convertido en dos verdaderos hijos de puta (stop). Esta, es la introducción que
aparece en la contraportada de la nueva novela de Alejandro Castroguer. Y con
estas palabras ¿Cómo es posible resistirse a comprarla?
Brutal.
Esta novela carece de un adjetivo más aproximado para definir la novela. El
mismo autor nos hacía la boca agua hablándonos de la brutalidad de la obra, de
sus escenas de sexo explícito y de la repercusión que tendría. Se quedaba
corto.
Es
la primera novela editada por Dolmen que contiene un sello alertando de que su
lectura está indicada para mayores de 18 años, y no es para menos, ya que su
contenido está a caballo entre un film de Saw y una película X.
Ésta
nos habla sobre la historia de Abel y Verona, que perfectamente podrían
encarnar el papel de un “Adán y Eva”
en su país (Así denominan ellos al
instituto en el que se guarecen de los muertos). Pronto te acostumbras a sus
propias definiciones de objetos y lugares (tales como “vaso de fuego”, “la guarida”,
etc.), te recreas cantando dentro de tu cabeza The End del grupo The Doors junto a los protagonistas e incluso puedes
sentirte como el mismo Abel si tienes a mano un fabuloso martillo True Temper.
La
historia está sólidamente construida, y los zombies son simplemente el marco de
fondo, no se les echa mucho de menos. Los personajes están excelentemente
definidos. Llegas a encariñarte con ellos, reír, asustarte, odiarlos e incluso
enternecerte con ellos por muy brutales que hayan sido sus actos. Los
personajes se dejan querer y odiar.
Otro
de los puntos fuertes de la novela es la soltura que tiene Alejandro Castroguer
blandiendo su pluma. Recreándose hasta el más mínimo y pudoroso detalle y con
una prosa muy bien esculpida.
Esta
completísima novela es ágil y se lee antes de que puedas darte cuenta. Aunque
no todo en la novela es bueno. Sí que es verdad que los saltos
espacio–temporales no están muy bien definidos (solo con un doble espacio) y
pueden instar a confusión en algunos momentos. Otras veces simplemente sigue
narrando como si ese doble espacio no significara nada. A parte de algunos
fallos de edición en palabras, repeticiones o ausencia de ellas. (Con El Cuarto Jinete pasó una cosa similar).
Así
que si quieres (o te atreves) a adentrarte en el instituto junto a Abel y
Verona, prepárate para las salpicaduras de sangre y semen, coge el martillo más
cercano y tenlo siempre a mano mientras lees esta fantástica novela. Nunca se
sabe que puede pasar.
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